Henry Spencer Martes, 4 noviembre 2014

Mi amigo Peláez

Foto: captura de video

Foto: captura de video

 

I.

El 27 de junio del año 2007, 4 meses luego de iniciar La Habitación de Henry Spencer, recibí este correo:

Viendo la naturalidad y sencillez con la que haces tu trabajo, me animo a escribirte.

En serio nunca le escribo a nadie que no conozco personalmente, porque no me vacila que me escriba gente que no conozco, pero simplemente sentí el deber de aplaudir el trabajo que haces,

Soy peruano y vivo hace 2 años en España, y de casualidad llegue a tu videoblog, y en serio me encanta tu chamba. Es como ver a través de una ventana.

He tenido la oportunidad de conocer a algunas de las personas que has entrevistado y eres capaz de mostrarlos tal cual y como son, tal cual como los recuerdo, gente de la puta madre.

Me gusta la capacidad que tienes para mostrar que el Perú, con sus limitaciones y sus webadas, es un país cojonudo, con muchísimo talento.

Por favor, sigue adelante.

Lo firmaba un tal José Peláez.

Era uno de los correos más bonitos que había recibido en mi vida.

Inmediatamente, sin saber realmente quién era, le respondí agradeciendo.

Al poco rato caí en cuenta que se trataba de “el gordo” de la película de Eduardo Mendoza, “Mañana te cuento” -“el gordito cague de risa que tiene toda promoción”, para ser más exactos- cinta peruana muy de moda por esa época que estaba a punto de estrenar segunda parte.

Lo que pasó después -luego de un par de intercambios más de correos- fue muy bonito, porque Peláez y yo nos convertimos en patas, en chocheras, en amigos virtuales.

Recuerdo escribirme hartos correos con él (Facebook todavía no despegaba), chatear a forro por Messenger y hasta, creo, Skypear.

Recuerdo sentirlo cercano, muy cercano, y a veces emocionarnos hasta el punto de, alguno de los dos, interrumpir la conversa con un “carajo, como me gustaría estar tomando una chela contigo ahorita”.

Al año siguiente, 2008, a punto de estrenarse “Mañana te cuento 2”, y él en Holanda cagándose de ganas de venir para el estreno de su propia película, hice la campaña “Traigamos al gordito” y llegué, con mi cámara, hasta la conferencia de prensa de la cinta para preguntarle amablemente al productor si podría hacer el sueño de Peláez realidad.

Gustavo Sénchez, el productor, se cagó de risa.

Medio año después del estreno, y emocionadazo, el gordito se sacó el clavo y pudo ver Mañana te cuento 2 con sus amigos en Holanda…gracias a una copia en DVD pirata.

(Aunque ustedes no lo crean, hay video y crónica del gordo de este pedacito The Polvos Azules Adventures en Holanda).

 

II.

Han pasado 7 años, es octubre del 2014, y estoy a punto de conocer a Peláez, que está en Lima hace un culo de tiempo y por esas cojudeces de la chamba y los tiempos no nos hemos visto, ni cruzado.

La culpable de este encuentro es la genial Oriana Cicconi, actriz y DJ de Studio 92 -con la que he grabado recientemente- que me ha informado sobre la magnánima presencia del Sr. Peláez en nuestra ciudad.

Me junto con el gordo en la azotea del restaurante Patagonia, en Miraflores, y nos quedamos pegados hablando non stop un par de horas mientras tomamos unas cervezas y comemos empanadas.

Siento en su sonrisa, y el brillo de sus ojos, la misma emoción que siento yo de, por fin, conocerlo (en el sentido más heterosexual posible, como dicen en Twitter).

Peláez me cuenta su vida entera. Cómo empezó a actuar, cómo llegó a la película, por qué se fue de Lima, sus 1000 y 10,000 aventuras en Europa, y al final, su regreso a Perú y su chamba actual, que no tiene nada que ver con la actuación, pero sí con las relaciones publicas (algo en lo que el gordo es definitivamente un crack, pezweon).

Me parece pajísima cómo, de alguna u otra manera, muchas de las cosas que me cuenta se relacionan a Mañana te cuento, como si esa película lo hubiese tocado o formado, para bien, en un momento único en su vida.

Luego de un par de horas de loreo lo jalo a su jato, intercambiamos WhatsApps y quedamos en vernos pronto.

Nos despedimos confirmando que, a ambos, nos ha encantado conocernos, conversar, vernos las caras por fin, tomarnos esa chela rezagada por tantos, pero tantos años.

 

III.

Es Halloween, 31 de octubre, y Peláez y yo nos juntamos a tomar un café (yo tomo té, la verdad) en Miraflores.

-“¿Te has dado cuenta qué fecha es?”, me pregunta al encontranos en la puerta del restaurante.
-“Halloween?”, respondo
-“Claro. Y la película (Mañana te cuento) transcurre en Halloween”
-“Qué paja!”, le digo.

Y ya de saque me da ternurita porque yo, al igual que el gordo, vivo en la nostalgia eterna de pequeñas grandes cositas que pasé de chibolo.

Me parece paja la gente que aprecia esas cosas y que, en el día a día, se siente agradecido por ellas, las tiene presentes, las abraza, no deja que se vayan de su vida.

Porque la verdad qué somos si no un gran puñado de recuerdos que nos han definido como personas.

Las chelas y las empanadas de la noche anterior se convierten esta vez en crepes y limonadas y, otra vez, el gordo me cuenta su vida entera.

Y me hace sentir mucho mejor ya que Halloween (y Navidad y Año Nuevo) siempre me bajonean un poco.

Luego de otro par de horas de loreo, nos vamos a caminar por Miraflores.

-“Oye, pero ya van dos veces que nos juntamos y tú no has hablado nada. Yo te he contado todo sobre mí”, me reclama bromista.
-“Sí, quería escucharte, escuchar tu historia, que me interesa mucho. La próxima vez que nos juntemos, hablamos de mí. Te prometo”.

Y nos abrazamos y despedimos con la promesa de vernos muy pronto y seguirla (y me invita a una fiesta que está organizando en la noche, pero le digo que no voy porque no manyo a nadie y me da roche).

Mientras camino un par de cuadras hacia casa, todavía me queda la sensación del momento de puta madre que he pasado con Peláez.

Me arrepiento de no decírselo, de no agradecerle con todas sus letras, “oye, en verdad la paso de puta madre contigo”.

Cojo mi nuevo teléfono con la idea de enviarle un WhatsApp para comentárselo, aunque sea en textito.

Antes que pueda escribir, recibo una notificación.

Es un mensaje del gordo, que está guardado en mi agenda como “Sr. Peláez”.

“Socio. En verdad me ha gustado como mierda verte. Espero lo hagamos de nuevo, pronto. Sorry, sé que hablo mucho”.

Es que en verdad eres de la puta madre, gordito.

(mira este video a partir del minuto 8:10)